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Mostrando entradas de enero, 2017

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Máquinas que aprenden a medir nuestras emociones             Rosalind Picard, directora del Affective Computer Group del Media Lab en el MIT, recordaba en un reportaje que le dedicó la revista Wired que, en 1995, cuando se decidió a compartir su primer estudio sobre las emociones y las máquinas, un compañero se presentó en la puerta de su despacho agitando los folios en los que estaba escrito su artículo calificándola de loca. La cosa no fue mucho mejor cuando intentó publicarlo en revistas: uno de sus colegas llegó a afirmar que su texto podía ser apropiado para una revista de avión, pero jamás para una publicación científica. Eran los peajes que tenía que pagar una mujer adelantada a su tiempo en un mundo dominado por hombres que la miraban con la desconfianza de quien se cree superior pero -en la intimidad- se sabe superado. Hoy la computación afectiva es un campo de investigación muy activo y amplio que requiere de la participación de profesionales de distintas ramas de la
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La NASA muestra Apolo escotilla de la cápsula 50 años después de un incendio fatal En esta foto sin fecha facilitada por la NASA, de izquierda a derecha, los astronautas Roger Chaffee, Edward White II, y Virgilio Grissom, de práctica para su prueba de lanzamiento de la Misión Simulador de Apolo en Cabo Kennedy, Florida. CABO CAÑAVERAL, Fla. - Una reliquia de primera tragedia espacial de Estados Unidos finalmente va en exhibición esta semana, 50 años después de un incendio en la plataforma de lanzamiento mató a tres astronautas al inicio del programa lunar Apolo. El Apolo 1 cápsula chamuscada permanece encerrado en el almacenamiento.  Pero la NASA está ofreciendo a los visitantes del Centro Espacial Kennedy un vistazo a la parte más simbólica: la escotilla que atrapó a Gus Grissom, Ed White y Roger Chaffee en su nave espacial en llamas el 27 de enero 1967. Un destello de fuego entró en erupción dentro de la cápsula durante un ensayo de cuenta atrás, con los astron
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Fablabs, laboratorios para fabricar (casi) cualquier cosa Un FabLab es un laboratorio fabuloso o un laboratorio de fabricación. Ambas interpretaciones sirven, tanto la que prima el adjetivo admirativo como la que prefiere resaltar su carácter sustantivo, de lugar en el que se piensan -y sobre todo se hacen- cosas. Porque en este mundo digital, en el que se anuncian avances a diario relacionados con tecnologías apenas comprensibles para la mayoría, hay quien también reivindica aquello que se puede tocar. Que se piensa y se fabrica. Que puede trascender una pantalla o un plano para convertirse en forma sólida. Ese es el objetivo de los FabLabs que existen en todo el mundo, una idea nacida en el MIT, que bebe rotundamente de los conceptos de Intenert y la filosofía del “hazlo tú mismo”, pero que al tiempo recupera la importancia del trabajo manual.              El creador de esta idea es Neil Gershefeld, director del Center for Bits and Atoms del MIT, un departamento
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Secciones EL PAÍS CIENCIA Resuelto el misterio de los círculos de hadas de Namibia Los enigmáticos patrones del desierto son fruto de la interacción entre termitas y plantas                                                                                                         A lo largo de la costa de Namibia (África), la escasa vegetación que crece en el desierto del Namibia forma unos extraños círculos alrededor de calvas en la arena. Conocidos como círculos de las hadas, cada uno de ellos forma además hexágonos con sus vecinos más cercanos. Estos patrones regulares han intrigado durante años a los científicos. Ahora, un estudio publicado en  Nature  y con participación española, señala a la interacción entre insectos y vegetación como sus creadores. Estas enigmáticas formaciones toman su nombre de unas composiciones similares que crean varias especies de hongos en la Europa húmeda. En el pasado tenían un halo mitológico, como puer
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Así caminaba el fósil más famoso del mundo Científicos españoles encuentran una nueva especie que aclara una de las grandes polémicas de la paleontología Científicos españoles han hecho un hallazgo en Marruecos que aclara uno de los grandes misterios de la paleontología: cómo se movían y qué comían algunos trilobites, uno de los fósiles más conocidos y abundantes, con 20.000 especies identificadas. La historia del descubrimiento comienza, como muchos otros en el Norte de África, en un mercadillo. En 2014, en la aldea de Taychout, al sur del país, Juan Carlos Gutiérrez-Marco cuenta que encontró a un comerciante que vendía unos trilobites muy extraños. “Estaban muy mal preparados, pero tenían conservado parte del buche y el tubo digestivo”, explica el geólogo del Instituto de Geociencias (UCM-CSIC), en Madrid. Aquello era un tesoro, pues la inmensa mayoría de estos fósiles, tan icónicos por sus esqueletos acorazados, solo conservan el caparazón, ni rastro de patas u

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