Big Data y 3D para denunciar crímenes de guerra
En el año 2002 Eyal Weizman y Rafi Segal fueron elegidos para diseñar el pabellón israelí dentro del Congreso Internacional de la Unión de Arquitectos en Berlín. La propuesta que presentaron, titulada Una ocupación civil, mostraba el papel jugado por la arquitectura en la ocupación de Palestina y cómo las construcciones realizadas actuaban también como elementos represores contra los palestinos. Aquella ocurrencia no sentó demasiado bien al colegio de arquitectos de Israel, que retiró su apoyo a Weizman y Segal, canceló la exposición y destruyó los catálogos ya impresos para borrar su huella.
La propuesta de Weizman y Segal puede tomarse como un hecho anecdótico en la compleja relación entre Israel y Palestina. Pero fue algo más que eso: fue un gesto cargado de simbolismo en unos tiempos en los que se necesitan símbolos que otorguen cierto sentido para combatir la atrocidad cotidiana. Weizman, pensador a contracorriente, provocador y teórico respetado por sus reflexiones sobre el papel de la arquitectura en zonas de conflicto, ha inventado, según Wired, una nueva ciencia: la arquitectura forense. “No es una ciencia fría, declaraba Weizman a la revista. Es una ciencia comprometida, dedicada, ciudadana”. El compromiso de Forensic Architecture, el grupo de investigación que dirige en la universidad Goldsmith de Londres desde 2010, es con las víctimas de las guerras. Con quienes ven destruidos sus hogares por conflictos que ni comenzaron ni desean: “las ciudades están definidas por vínculos entres los edificios que hay en las calles y las redes de infraestructuras. Cuando la guerra se libra en las ciudades, la gente muere en estos edificios, la mayoría de ellos en sus propias casas”, argumentaba Weizman en una entrevista para The Guardian.
¿Pero cómo probar los crímenes de guerra cometidos en lo que debería ser la intimidad del hogar? Esa es la pregunta que tratan de resolver los investigadores de Forensic Architecture -un grupo heterogéneo formado por arquitectos, artistas, ingenieros, cineastas, diseñadores y abogados- utilizando las últimas tecnologías a su alcance. Fotografías y vídeos recogidos en redes sociales, testimonios de los testigos o mapas de las ciudades, son convertidos gracias a herramientas como la telemetría o reconstrucciones en 3D, en pruebas sólidas que demuestran los crímenes cometidos en esos lugares. El equipo de Weizman pone después esas pruebas a disposición de tribunales internacionales, las Naciones Unidas o ONGs para que puedan denunciar y condenar a los culpables.
La misión no es sencilla: “necesitamos un año de trabajo para reconstruir lo que ocurre en un día”, dice Weizman, pero el esfuerzo merece la pena. Forensic Architecture ha ayudado a demostrar, entre otros casos, que se quebraron los derechos humanos en el genocidio de la población indígena guatemalteca, en la falta de auxilio a un grupo de refugiados que huían de Libia y que fueron abandonados a la deriva en un bote cuando intentaban llegar a Italia, o en los bombardeos sufridos por la población civil en Gaza. Sus investigaciones -y su inquebrantable compromiso- no despiertan simpatías entre quienes animan esta barbarie, por lo que a veces han tenido que soportar amenazas y coacciones. Una demostración más de que están haciendo bien su trabajo, y que les anima a seguir resistiendo la violencia para, como aseguraba Weizman al diario británico, ayudar a construir un mundo en el que los asentamientos israelíes en los territorios ocupados puedan convertirse en edificios públicos y las bases militares en parques naturales para aves migratorias.
Fuente_ Maruxa Ruiz del Árbol | Douglas Belisario