Así sería tener un segundo pulgar en cada mano
Una estudiante de diseño industrial explora las posibilidades de las prótesis como extensión del cuerpo en lugar de como solución de carencias
Las prótesis suelen concebirse como ayudas o soluciones para problemas generados por carencias físicas. Dani Clode, estudiante de diseño industrial del London’s Royal College of Art ha decidido explorar otra funcionalidad: la de un añadido extraordinario capaz de incrementar las capacidades habituales o incluso de crear otras nuevas.
Partiendo de esa idea, diseñó un dispositivo consistente en un dedo pulgar que se puede añadir a la mano junto al meñique. El dedo, impreso en 3D, se controla de forma inalámbrica con movimientos de los pies. Dos motores tiran de una serie de cables para ejecutar los movimientos.
A pesar de su utilidad práctica para la realización de numerosas tareas rutinarias, Clode no se plantea de momento avanzar hacia su comercialización. Por ahora, se conforma con abrir un debate social con respecto a las funcionalidades de las prótesis.